Lo interesante es que, si uno se detiene un momento, los últimos doscientos años han sido tal vez los peores de toda la historia del pueblo mapuche y justamente por culpa de “los chilenos” (por lo menos para los mapuches que viven en territorio chileno). Gran parte de la republica chilena que celebra sus 200 años se ha definido en contra del pueblo mapuche: la política publica denominada “pacificación de la araucanía”, el tratamiento que se les ha dado de “terroristas” (con juicios con testigos sin rostros, entre muchas cosas impropias de una república), entre muchas otras. El chileno se considera un criollo y no un indio.
Me parece que si bien en muchos está el ánimo de, a través de las celebraciones, darles reconocimiento y educar en la diversidad, la cuestión, por lo menos cuando viene desde la institucionalidad, es más bien ofensivo: qué pasa con conversar públicamente sobre su reconocimiento constitucional, el respecto de los derechos de los individuos y de la autonomía de sus comunidades.
Mientras no nos preguntemos en serio sobre quiénes son y cómo ellos se ven y quieren ser vistos, estas representaciones no van a ser más que caricaturas, más parecidas a las hechas por un colonizador que por un igual o un compatriota.
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