agosto 31, 2009

Legislación y límites

Durante este mes, se reabrió en Chile el debate sobre la pena de muerte, es mas, existió una propuesta de la diputada Lily Pérez, apoyada por otros diputados, de reestablecerla en la legislación chilena. Al parecer, surge como una reacción ante el horrible crimen ocurrido contra una niña de 5 años (violada, golpeada y asesinada por un adulto).

En una carta enviada a El Mercurio (7 de Agosto de 2009) la diputada defiende su propuesta con variados argumentos. Quiero revisar algunos de ellos.
1. “Existe un alto porcentaje de reincidencia en quienes cometen los crímenes más atroces, donde no podemos hablar de mentes sanas”. En primer lugar, podemos preguntarnos si no existen otras formas de evitar la reincidencia. Hay que tener en cuenta que el ius puniendi reconoce en su aplicación el principio de proporcionalidad que incluye los juicios de idoneidad, necesidad y proporcionalidad estricta, difíciles de fundamentar en la aplicación de la pena de muerte. En segundo lugar, me parece absolutamente inadmisible fundamentar un castigo en no tener “una mente sana” (qué diría Foucault!), parece más razonable asistir médicamente a quien no esta “sano” y no, simplemente matarle por el potencial peligro de que cometa otro crimen horrible.
2. “Existe un fracaso de la ley y de los planes de rehabilitación”. En primer lugar, no queda muy claro si se está refiriendo a la ley que derogó la pena de muerte o a la legislación en general. Siendo cualquiera de las dos uno podría preguntarse si los planes de rehabilitación llegan a quienes cometen estos delitos, antes de que los cometan (en el caso en cuestión, el imputado solo había sido condenado por un asalto previamente, quizás ya había sido “rehabilitado” por ello). Por otra parte, si bien es bastante dudosa la rehabilitación como fin de la pena, no parece razonable pensar que por ello se deba aplicar la pena de muerte antes de replantearse la forma en que se rehabilita a las personas y las oportunidades reales que se les dan (ver, por ejemplo, el informe de la Fiscal Maldonado al respecto).
La diputada da un par de argumentos más: 3. que las principales potencias mundiales aún contemplan la pena de muerte y 4. que como mujer y madre se pone en el lugar de quienes han sufrido pérdidas por esos delitos y que el Estado debería legislar por ellos. No los comento por ahora.
Cabe considerar que el debate y la reflexión que, en teoría, lleva detrás la legislación no solo debería representar el sentir inmediato de un grupo de la ciudadanía, sino que también los valores que se desarrollan dentro de la comunidad, así como reflejar sus aprendizajes a lo largo de la historia. Una cosa es la reacción personal ante un hecho atroz y otra es la reacción de la legislación. En este sentido, al legislar debe aparecer la pregunta de hasta dónde queremos afectar la vida de otros seres humanos, cómo queremos, como sociedad, enfrentar a quienes han cometido crímenes atroces, y cuáles son los límites de ello.
La pena de muerte es un caso extremo de trato cruel, inhumano y degradante, considerado por algunos como una tortura con resultado de muerte. Esto porque existe una tremenda desproporción, al ser una situación en donde el Estado, detentando el monopolio de la fuerza, acaba con todas las expectativas de un individuo; además, se trata de darle a conocer una fecha de muerte sin su consentimiento (algunos señalan, basados en un modelo de racionalidad no muy plausible, que lo presta al cometer el delito), inevitable y, muchas veces, alejada de las circunstancias “normales” de la muerte (como la enfermedad o la vejez). Todo esto es aplicado concientemente, es más, se desarrollan tecnologías para ello. Puede decirse analógicamente que se trata de un homicidio premeditado llevado a cabo por la comunidad, esto lo conecta directamente con la legislación, lugar donde se realiza esta premeditación.
Uno podría preguntarse si un sistema de justicia puede ser considerado “justo” si, al entrar los individuos a este, puede que nunca salgan con vida, más allá de todos los desarrollos personales que puedan hacer. Al parecer se aleja mucho de lo que consideramos “humano” y de las cosas aprendidas después de un siglo lleno de pena y muerte.


agosto 13, 2009

estrés en sociedad

Deportes de los santiaguinos: tocar la bocina, caminar por el Paseo Ahumada a gran velocidad (de preferencia, sin mirarse a los ojos), estar atrasados, trabajar 12 horas diarias, pensar que el vecino viene a quitarnos el puesto, ser conocidos como antìpaticos a nivel latinoaméricano...
Richard Wilkinson señala: "A menudo se ha podido comprobar que cuanto menor es el grado de desigualdad socioeconómica, tanto más saludable es la sociedad. En aquellas sociedades en que las diferencias en las rentas entre ricos y pobres son pequeñas, los índices de mortalidad tienden a ser más bajos y la gente vive más tiempo. Ello puede ser debido a que las sociedades más iguales son menos estresantes: las personas están predispuestas a confiar las unas de las otras y son menos hostiles y violentas unas con otras" (Las Desigualdades perjudican. Crítica 2001 p 12)

agosto 05, 2009

Los VIP, los BIP y los RIP

“El 1% quiere esto torcer,
el 9% tiene el poder,
de lo que queda el 50 solo come
y el resto se muere sin saber porqué”
León Gieco


Hace unos días, la derecha política y el gobierno acordaron solventar económicamente al Transantiago con fondos públicos en los próximos años. Se trata de una suma cercana a los cinco mil millones de dólares. Supe de esta noticia escuchando una radio en donde el comentarista señalaba que con esto se consagraba “la socialización de las deudas y la privatización de las utilidades” debido a que el dinero en cuestión va dirigido a los “empresarios del transporte” quienes tienen sus ganancias aseguradas por contrato. Al parecer esto es algo estructural a la forma de gobernar en Chile (a pesar de algunos cambios intentados por el actual gobierno), un país con un alto PIB per cápita dentro de la región, y una escandalosa desigualdad en la distribución de la riqueza.
Los urbanistas, y de paso los gobernantes, de las últimas décadas, ha
n estado generalmente concientes de la importancia del sistema de transporte para las ciudades, sobre todo cuando estás van creciendo, tanto cualitativa como cuantitativamente, ampliando sus funciones. El transporte está directamente relacionado con como se enfrentan, producen y reproducen las desigualdades dentro de una sociedad, determinando su personalidad. Influye directamente en la calidad de vida: en la posibilidad de acceder a trabajos, a hospitales, a relaciones familiares, así como de circular a toda hora en cualquier lugar, etc. Permite (que se evite) la existencia de lugares apartados de los centros urbanos, pudiendo unir o segregar a grupos de personas.

Por ello, es deber de las autoridades crear condicio
nes de igualdad para acceder al transporte. Así, en algunas ciudades se privilegia el uso del automóvil con la creación de carreteras y largas distancias entre los centros urbanos y los lugares habitacionales o los sectores industriales y fomentando la existencia de un vehículo por hogar por diferentes medios; en otras se privilegia el transporte público, abaratando los costos del mismo, creando pistas especiales para buses y prohibiendo el acceso de automóviles a lugares de relevancia para la ciudad. Respecto a esto, las políticas chilenas han sido bastante particulares, reproduciendo la desigualdad en la distribución de bienes que se vive en el país, esto se puede graficar, revisando a tres grupos de santiaguinos: los VIP, los BIP y los RIP.

LOS VIP
Años antes de pon
er en práctica el Transantiago, ya se habían empezado a construir una serie de carreteras concesionadas dentro de Santiago. En ellas se pueden recorrer grandes distancias en poco tiempo. Además, a ellas solo pueden acceder aquellas personas montadas en automóviles veloces que puedan pagar un peaje más caro que un pasaje en la locomoción colectiva (el promedio entre lo más barato y lo más costoso es de $ 1.237 -ver en www.costaneranorte.cl). Otro requisito que se debe cumplir es el de vivir en los barrios más ricos de la ciudad, pues, casualmente, estas carreteras urbanas unen aquellos barrios con el centro de la ciudad o el aeropuerto, logrando que sus usuarios no vean el triste espectáculo de la pobreza que hay entremedio, ni tengan que mezclarse con aquellos que viven los tacos.

LOS BIP

Paralelamente a estas carreteras, existe el sistema público de transporte, el Transantiago, que vino a reemplazar a las Micros amarillas, pero no a la existencia de un oligopolio de “empresarios del transporte”. Para acceder a este sistema basta con tener una tarjeta BIP cargada con $ 400 (o sea, por lo menos, se debe contar con $19.200 par
a ir y volver del trabajo mensualmente) y suerte. Eso si, la suerte depende del lugar al que se quiera viajar, si se quiere viajar a los barrios más ricos, los buses están en buen estado y pasan regularmente, si se quiere a barrios más pobres, el tiempo de espera aumenta junto con la cantidad de pasajeros por viaje, así como disminuye la calidad del bus.

LOS RIP

Para gran cantidad de personas el acceso al Transantiago es limitado y no existe una alternativa razonable. Hay gran cantidad de chilenos y extranjeros que no tienen un ingreso equivalente o mayor al sueldo mínimo o, simplemente, no tienen acc
eso al mercado laboral (parias, personas que han cumplido una condena de privación de libertad, indocumentados) o a una vivienda. También podemos pensar así de quienes tienen como único ingreso una pensión que no supera los $ 50.000 (en su mayoría personas de la tercera edad), así como quienes viven alejados del centro de la ciudad, en lugares donde no llega el Transantiago y deben pagar pasajes más caros en colectivos o microbuses, siempre cuando estos existan. Santiago es una ciudad donde están claramente delimitados los barrios pobres de los ricos, el centro de la periferia, lo que es fruto, en gran parte, de la políticas de “erradicación” del gobierno militar que no se ha buscado revertir. Esta particular distribución se aplica a diversos bienes importantes, no solo al dinero y al transporte, sino que también a la salud, la vivienda, la educación, la seguridad personal…