mayo 12, 2020

Un acuerdo insuficiente (CIPER)

Texto del año pasado firmado por dos de los tres (Carolina y Sebastián):

https://ciperchile.cl/2019/11/28/un-acuerdo-insuficiente/

abril 25, 2012

El cuco igualitarista

(Posteado originalmente en Izquierda Jurídica)

Hay al menos dos razones para criticar la columna de Kaiser en El Mercurio de hoy [24 de abril] en la que critica el igualitarismo y, más aun, defiende la desigualdad. La primera es, que en virtud de su poca sofisticación, no requiere gran esfuerzo. La segunda es que, a pesar de lo anterior, es útil para precisar los compromisos del igualitarismo. Es, en resumen, algo así como un entrenamiento.

El primer argumento en contra de la igualdad que presenta es el dictum clásico nozickiano según el cual la libertad destruye cualquier configuración igualitaria impuesta en la sociedad. Y, desde luego, la libertad es el primer valor de la sociedad. Las respuestas igualitaristas son múltiples. La primera (que encontramos en Dworkin) es que no toda forma de libertad negativa (que es la que supone el argumento) merece respeto. Así ocurre, por ejemplo, con la libertad de agredir o explotar a otros. De la mano de esta réplica va la defensa de la libertad positiva como la forma de libertad realmente valiosa: la libertad negativa no puede ser suficiente ni siquiera para el libertario, en tanto su modelo de las relaciones entre individuos (el intercambio en el mercado) está comprometido al menos con la idea de igualdad de condiciones. Y desde luego, incluso esta igualdad formal puede ser desbaratada por ejercicios de libertad negativa.

El segundo argumento en contra del igualitarismo es la objeción clásica del ‘igualar hacia abajo’. El problema con esta objeción es que asume que la reducción de las diferencias materiales es un fin en sí mismo, y, además, que es el único fin perseguido por el igualitarismo. Pero ambas ideas son falsas. La reducción de las diferencias materiales puede razonablemente ser entendido (siguiendo a Parfit) solo como un medio para lograr un fin ulterior (sobre el que diré algo en un momento). Y, desde luego, la igualdad material no es el único fin perseguido por el igualitarismo (esto es claro en varios trabajos de Cohen).

El fin perseguido por el igualitarismo, entonces, no es solo ni primariamente la igualdad material, sino lograr una sociedad en que (para decirlo con Dworkin) todos sean tratados con igual consideración y respeto, y todos tengan la capacidad y las posibilidades de llevar adelante sus planes de vida. La igualdad material es solo un medio que puede contribuir a llegar a eso.

Por otro lado, buena parte de la columna se apoya en la idea según la cual los esfuerzos igualitaristas están motivados por la envidia. No estoy en posición de evaluar la idea en tanto hipótesis de psicología social, así que me limito a observar que la tesis parece espectacularmente implausible. Por lo demás, la exigencia mínima de caridad argumentativa sugeriría no recurrir a esa idea. (Del mismo modo, en la izquierda no debieran ser aceptables las caricaturas de los defensores de la desigualdad como meros explotadores sádicos y codiciosos. Sobre esto, tengo la impresión de que la caricaturización de la izquierda es más políticamente correcta que la de la derecha).

Afirma también la columna que “[l]os resultados del mercado no se siguen de voluntad singular alguna y, por tanto, no pueden ser calificados de injustos. (No cabe la aplicación de enunciados éticos a fenómenos de naturaleza espontánea)”. Aquí hay dos problemas. El primero es que la idea según la cual no se puede juzgar éticamente un estado de cosas que no se deba a una voluntad singular es, nuevamente, implausible, y supone descartar como inaceptable todo elemento consecuencialista de la moral. Sin embargo, no es necesario demostrar la falsedad de esa idea, pues el problema real con la cita es la consecuencia que pretende sacar, a saber, que no es aceptable perseguir la correción de un estado de cosas desigual. Esto simplemente no se sigue. Que no se pueda reprochar a nadie en particular por las desigualdades nada dice respecto del valor de tender a corregirlas a pesar de que no hayan sido causadas por nadie en particular.

También es falsa la idea según la cual “la desigualdad material resultante [en un mercado ideal]  tiene necesariamente su origen en: a) decisiones individuales libres motivadas por la búsqueda del propio interés y, b) el beneficio que, en ese marco, quienes poseen más han generado a quienes poseen menos”. (a) pasa por alto el hecho de muchas desigualdades se deben a hechos que no dependen de decisiones individuales, como la lotería natural y la valoración de los talentos en el mercado. (b), en tanto, es falso pues pasa por alto el hecho de que las ventajas y desventajas se heredan.

En general, y para concluir, el igualitarismo criticado en la columna es una caricatura, fiel al cuco hayekiano según la cual las ideas igualitaristas llevan inevitablemente a “a la tiranía y la miseria”.

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abril 14, 2012

El aborto no es un bien


A falta de un posteo propio criticando la ceguera de los y las liberales que limitan su discurso a una defensa del aborto (invocando derechos sobre el cuerpo o los planes de vida), dejo aquí una cita que llama la atención sobre el hecho --obvio, creería uno-- de que aunque la criminalización absoluta del aborto sea tiránica, el aborto mismo no es un bien, y que la lucha por su legalización es la lucha por la eliminación de una enorme injusticia (un esfuerzo, en ese sentido, negativo) que no debe nublar la necesidad de complementarlos con esfuerzos (positivos) orientados a la obtención de los ideales de igualdad y justicia:
“Evidentemente aborrezco otras cosas más de lo que aborrezco el aborto. Cuáles sean estas cosas no es algo original, pero es importante especificarlas. Las leyes injustas, por ejemplo; en este caso, las que discriminan contra los pobres y los iletrados y los abandonados. Y, por ejemplo, los hechos de hijos no deseados o descuidados. Que el aborto legal sea una alternativa a las leyes injustas y los hijos descuidados es una cuestión no de buena lógica sino de malas instituciones. Si, para empezar, la sociedad estuviera organizada de tal manera que adoptar un niño no fuera más difícil de causar que tener un niño; y que los niños fueran adoptados solo por personas que los seguirán queriendo y que los cuidarán, y que hubiera suficientes tales personas para cuidar a todos los niños que los necesitaran, y que uno supiera cómo distinguir quiénes son estas personas; y que cualquier pizca de vergüenza o discriminación asociada a la ilegitimidad de un niño o al hecho de la maternidad sin matrimonio o a los padres que den a su bebés en adopción fuera ella misma vergonzosa; y, suponiendo que se sepa que la anticoncepción no produce daño físico a quienes la practiquen, que fuera practicada de manera consciente; y que a las mujeres se les proveyera ayuda especialista y amigable durante el embarazo y el padre tuviera derecho, con la madre, a licencia del trabajo, de manera que fuera necesario autorizar el aborto, y que siempre lo fuera, solo si hubiera riesgo físico o psicológico grave y cierto para la madre (el riesgo psicológico debería debería a estas alturas estar limitado al terror del embarazo y parto mismos); entonces mi liberalismo sobre el asunto del aborto se apagaría, my aborrecimiento del aborto podría flocerer […] El resultado de estas consideraciones es que la discusión sobre el aborto, en cuanto tenga base en el estatus del embrión humano, no solo no puede sino que no debe ganarse. El aborto voluntario es menos malo que su criminalización; pero no por ello está bien. Mientras más terrible lo considere uno, más terrible debería considerarse el juicio que hace a la sociedad. Es una huella del fracaso social, similar a la existencia de las cárceles” -- Stanley Cavell, The Claim of Reason, pp. 374-375 (mis énfasis).
 


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Que el aborto no es un bien es lo que hace cómica a esta parodia de The Onion (que un buen número de conservadores pensó que se trataba de una noticia real).


octubre 22, 2011

Intransigencia y legitimidad

La violencia en las últimas semanas, con cerca de seis meses de protestas sociales, ha adquirido una mayor intensidad y le acompaña una sensación de que las partes se vuelven intransigentes, al menos así es como se presenta en la prensa.
Una señal de esto, para algunos fue la irrupción de miembros del profesorado, alumnos y apoderados en el ex Congreso Nacional donde sesionaba una comisión que se dedicaba a revisar el presupuesto para educación del próximo año.
Está acción fue duramente condenada y se la consideró como una afrenta a la democracia, pues se supone que dicha institución no se puede interrumpir toda vez que es el lugar donde reina el debate, donde se discuten los intereses del país de forma civilizada. En este sentido, se entiende que los ciudadanos si bien son "los dueños" de las instituciones, precisamente las crean para no resolver las cosas por la fuerza, sino que por los "conductos regulares" y deben esperar a que las "instituciones funcionen". La pregunta clave es ¿cuándo las instituciones funcionan en una democracia? ¿cuándo dejan de funcionar? ¿cuándo se agotan los conductos regulares?
Me parece que dichas preguntas son especialmente relevantes en el Chile actual. Solo considerando mis años de estudio en al universidad durante casi toda la década anterior, recuerdo decenas de ocasiones en que estudiantes, rectores, el Senado Universitario y académicos han presentado los problemas de la educación y la necesidad de implementar los puntos que hoy está defendiendo el movimiento estudiantil. Fueron muchas las cartas a la Moneda, al Ministerio de Educación, a congresistas, a El Mercurio, los seminarios, etc. en que estas cuestiones se hicieron públicas y procuraron cambiar la legislación.
Pero la clase política prácticamente no ha reaccionado ante esto.
Será porque no se ha respetado el conducto regular, pero ¿cuál es el conducto regular? en Chile casi no existen procedimientos por medio de los cuales la ciudadanía pueda influir en la formación de las decisiones que repercuten en la vida de todos.
Después de años de reflexión y búsqueda de establecer diálogos (un "nuevo trato") con la clase política en el tema educativo y ante la nula respuesta, no es de extrañar que la gente se tome las calles, concretice la idea de que el espacio público es precisamente, una cosa de todos. Esto tuvo una primera manifestación con el surgimiento de los pingüinos, lo sucedido ahora es algo así como una segunda ola, con mayor fuerza, que se pudo evitar si es que la clase política fuera reactiva a lo que sucede en la ciudadanía.
Entonces, ¿Qué se debe hacer cuando no hay reacción por parte de los gobernantes?
Esto se relaciona con el planteamiento del gobierno de que no permitirá que gobiernen (esto es, que determinen las decisiones políticas) ciertos grupos que se dedican a paralizar la ciudad.
Si bien es evidente que no cualquier manifestación de un grupo debe implicar el cambio de las políticas públicas, me parece que hay razones más que suficientes para, por una parte, irrumpir en sesiones del Congreso y, por otra, gobernar con los manifestantes.
Una primera razón es que se trata de grupos de personas que han estado excluidos de la toma de decisiones que afectan sus vidas a pesar de sus intentos por participar. Esta es tal vez la mayor afrenta que se le puede hacer a la democracia (y se hace indispensable un cambio institucional en términos de democratización de las instituciones chilenas).
Una segunda razón está en que es claro actualmente que el movimiento estudiantil representa el pensar y sentir de una gran mayoría de quienes viven en el país. Así se ha mostrado en la gran convocatoria de las marchas, las encuestas, etc. La cosa es que a pesar de ser una gran mayoría y de llevar varios meses movilizándose, aún no hay reacción de la clase política. Cuando se propuso hacer una mesa de dialogo (momento en que la tensión bajó), previamente se presentaron proyectos de ley sobre las materias que se supone se iban a discutir y,además, se propuso una ley que busca criminalizar a la protesta. Cuál es el sentido de sentarse a conversar cuando esa conversación no tendrá ningún efecto y si se desea manifestarse en contra de ello, se perderá la libertad.
Es una cuestión de qué significa gobernar en democracia.
¿Debe un gobierno democrático gobernar con los ciudadanos o una vez elegido un gobernante ya no debe considerar lo que pasa en la comunidad? Si la respuesta es que debe ser receptivo, ¿A quién hay que escuchar? ¿a la mayoría numérica? (en contra de legislar solo con grupos de interés) o ¿a una minoría excluída? (para no caer en la.  tiranía de la mayoría). En ambos casos la respuesta positiva implica escuchar al movimiento social actual.
Como esto no ocurre, una señal de indignación clara es irrumpir ante el Congreso, el cual, al parecer, no está cumpliendo sus funciones. Entonces ¿El exigir que la clase política cumpla su función en democracia (reconocer que los ciudadanos son sus dueños) se puede transigir? ¿los cuatro puntos que representan una propuesta para discutir sobre el país y atacar los grandes problemas de injusticia que tiene el país, se pueden transigir?

octubre 08, 2011

Educación y gratuidad


Respecto de la polémica que se ha dado de la gratuidad de la educación parece sorprendente que se piense que eso solo beneficiaría a la clase más rica. Si bien es cierto que sus hijos tendrían la posibilidad de estudiar gratis la formación universitaria y también la educación primaria y secundaria tal cual todos los demás, eso no significa restarle un beneficio a las clases con menores ingresos. Resulta interesante contrastar esto con los países europeos, pensando por ejemplo en España donde es posible matricular a un niño en colegios públicos, concertados (como los subvencionados chilenos, se paga un poco y razonable) y privados. En España no sale tan caro pagar una carrera en la medida que el estado subvenciona los aranceles y si bien con la crisis esto se ha visto diferenciado en algunas comunidades autónomas que solo consideran la subvención estatal cuando se es un nacional. Respecto de la educación y otros temas sociales se está poniendo complicado por recortes importantes, pero aun las cosas no van tan mal. Hay varios ejemplos aún más cercanos, México, Argentina o Brasil entre otros. Pero un contraste más fuerte que muchos dicen que es imposible para países como el nuestro que paradójicamente se pone de ejemplo para destacar que esta bien disminuir horas de asignaturas humanistas, se da al pensar en los países nórdicos. Hoy mismo me topaba con un link en facebook que explicaba el sistema educacional de Finlandia haciendo hincapié en los métodos educativos que estimulan la participación cívica y la reflexión antes que la memoria, además, y esto es lo más importante importante, que se fundamenta en la confianza*. Pienso también en el caso de Dinamarca, en donde la educación primaria y secundaria es la misma para todos de modo que el 90% de los colegios son públicos y solo un 10% privados, este sistema educativo no separa a los alumnos ni por condición económica social, ni por capacidades intelectuales (como por ejemplo en Suiza). La idea de los daneses es que los niños y jóvenes se eduquen con roce social, es decir aprendiendo a tratar a todos los agentes de una sociedad, aquellos que serán empresarios, políticos, humanistas científicos, barrenderos, camareros, etc. (esto, en España, se da menos que en los países nórdicos pero mucho más que en Chile). Considero que este roce es el que puede educar cívicamente y no una catequesis de valores a los que seguir y que evidentemente pueden cambiar. Para que las cosas funcionen de esta manera los daneses, los nórdicos en general pagan impuestos altos, pero saben que eso tiene un beneficio y ese beneficio es el estado de bienestar que poseen, es: tener agua propiedad de todos, no manipulada por empresas transnacionales, tener educación de la misma calidad y gratuita para todos, y, por supuesto, un sistema de salud. Como todo país tienen sus problemas y hay asuntos que les parecen injustos pero jamás transarían los derechos sociales que poseen, que les permiten vivir en un país seguro y educado cívicamente. Pensar que Chile no está preparado para algo así es impedir el crecimiento de un país que alberga personas autónomas que saben guiarse a sí mismas. Así, este caso de los países nórdicos tiene que ver fundamentalmente con el mal entendido que se está haciendo tan masivo por estos días que se refiere a las reformas tributarias. ¿Por qué parece molestar pagar impuestos más altos si se asegura salud, educación y que los bienes naturales están protegidos? Además y, esto me parece central ¿estaría mal que, en el futuro esperemos cercano, chicos y chicas se educaran aprendiendo a tratar con otros distintos? Hasta hace algunos años los llamados colegios emblemáticos poseían esa característica, si bien no asistían muchas personas provenientes de familias ricas, si se daba un roce social diverso y esa es una enseñanza que da la mejor lección de civilidad.


* Cuando decimos confianza y educación cívica más abajo la referencia es a la relación con los otros

septiembre 18, 2011

El pastor evangélico, el laicismo, y los no creyentes

Una inusualmente desafortunada columna dominical trata de hacer dos cosas condenadas al fracaso: defender lo indefendible, y prevenir contra riesgos inexistentes.

Lo indefendible son las declaraciones del líder de una agrupación de iglesias evangélicas en el Te Deum de la semana pasada. Como es sabido, en ellas el pastor criticó proyectos de ley como el de acuerdo de vida en común, crítica que los conservadores entienden como una “defensa de la familia” (aunque nunca expliquen cuál es el peligro del que la defienden). Lo cierto, sin embargo, es que las declaraciones hicieron polémica por su carácter homofóbico antes que por su supuesta “defensa de la familia” (después de todo, ¿quién no está a favor de la familia?). El pastor se refirió a los homosexuales –con la habitual combinación de condescendencia y desprecio con que muchos conservadores se expresan sobre el tema– como personas enfermas, que, aunque merecen cariño, deben ser acogidas y corregidas. Trató a las orientaciones sexuales minoritarias –de manera confusa, dando la impresión de no entender bien de qué estaba hablando– como análogas a la pedofilia, el incesto y la zoofilia. Naturalmente, todo esto causo polémica y provocó justificado repudio. El problema con las declaraciones fue precisamente su contenido, por lo que no se entiende que la columna en cuestión pretenda hacer esto al lado, como si el problema con las declaraciones hubiera sido que un representante del mundo religioso opinara sobre asuntos de relevancia política. En este país nadie debiera espantarse por eso.

Uno de los riesgos inexistentes contra el que trata de advertir la columna es el supuesto avance de un “laicismo fundamentalista”. Afirma:

Cuando decimos que el Estado es laico (caso de Chile o EE.UU.), estamos sosteniendo que no tiene una religión oficial, a diferencia de los países confesionales (Inglaterra, Arabia Saudita), que hacen suya una religión. Pero que el Estado no se pronuncie en materias religiosas no quiere decir que proceda como si la religión no existiera: en Uruguay han tenido que llamar a la Semana Santa "Semana del Turismo", para que ese feriado resulte indoloro a los laicistas charrúas.

El buen laicismo, según esta forma de entender el asunto, sería aquel que “respeta y fomenta la práctica de la religión [...] porque constituye una legítima expresión de la identidad de sus ciudadanos y contribuye al bien social”. El mal laicisimo sería aquel “pretende que uno puede manifestar cualquier convicción en el espacio público, salvo que tenga un carácter religioso”. Sería el laicismo que “ha llegado a extremos ridículos, como el de British Airways, que despidió a Nadia Eweida, una azafata que se negó a sacarse una pequeña cruz que llevaba colgada al cuello”. Contra este laicismo habría que protegerse. Pero, en serio, ¿alguien cree que este laicismo es una amenaza? El caso de la azafata, para empezar, es más complejo de lo da a entender la columna, y nada indica que hubiera sido motivado por un excesivo celo secularista. Y en un país donde el Presidente no pierde ocasión para agradecer/invocar/encomendar a Dios, y donde sectores evángelicos han aprovechado esto para ganar relevancia política (apoyando al gobierno actual, criticando al anterior), el laicismo no parece ser una amenaza en ciernes.

Por último, el riesgo más inverosímil contra el que advierte la columna es el del mal que haría a la sociedad la pérdida de la religiosidad de sus miembros: “aunque existen muchos ateos honorables, los creyentes convencidos respetan la ley más que el promedio de los ciudadanos”. El argumento retórico para apoyar esta afirmación es el siguiente: “Cualquiera de nosotros prefiere perder su billetera en un templo y no en el Metro”. La mejor respuesta, también retórica, a la insinuación de que los creyentes son mejores personas que los no creyentes viene del más elocuente de los ateos contemporáneos: Christopher Hitchens. En su God is not great, responde a la pregunta retórica que se le hizo alguna vez sobre si en el caso de que un grupo de desconocidos que se le acercase en una ciudad desconocida se sentiría más o menos seguro sabiendo que se trata de un grupo que viene saliendo de un servicio religioso. Su respuesta:

Solo para quedarme en la letra 'B', de hecho he tenido esa experiencia en Belfast, Beirut, Bombai, Belgrado, Belén y Bagdad. En cada caso […] me sentiría inmediatamente amenazado si pensara que el grupo de hombres que se me acercaba al anochecer venían de una ceremonia religiosa.

Y además de la notable respuesta retórica, está también la evidencia empírica que muestra que los no creyentes son “menos nacionalistas, menos prejuiciosos, menos anti-semitas, menos racistas, menos dogmáticos, menos etnocéntricos, menos cerrados de mente y menos autoritarios”, además de que apoya la igualdad de géneros y los derechos de las mujeres, aceptan la homosexualidad y apoyan los derechos de los homosexuales (Zuckerman 2009). Para terminar con otra pregunta retórica, ¿si usted perteneciera a una minoría (sexual, por ejemplo), preferiría nacer en una familia o sociedad religiosa o no creyente?

septiembre 12, 2011

Debate sobre el aborto: Ambos bandos están equivocados

Parte I: Los conservadores

Las posiciones que se encuentran en los extremos del debate son sencillas y fáciles de comprender. Desde el lado liberal se argumenta que en ciertos casos no es legítimo obligar a la mujer a soportar la carga del embarazo. La pregunta sobre cuáles sean esos casos admite múltiples respuestas; desde solo en casos de riesgo vital para la madre hasta cuando le cause sufrimiento a la mujer. La idea central a las distintas posiciones liberales es que existe un ámbito en el que es legítimo a la mujer ejercer su autonomía respecto de la continuación o interrupción del embarazo.

Desde el lado conservador el argumento es todavía más sencillo: el embrión es una persona. Punto.

Así de simple. La fuerza dialéctica de la posición conservadora es enorme, y los liberales con frecuencia pasan esto por alto. Frente a la tesis según la cual el embrión es una persona los argumentos respecto de la autonomía de la mujer palidecen. Al apelar a la idea de la personalidad del embrión los conservadores empuñan una Magnum .44 en la que hasta ese momento era una pelea de estoques. Si el embrión es persona, desde luego que la autonomía de la mujer importa poco. Apelar a ella para justificar el aborto es tan ineficaz como hacerlo para justificar el homicidio. En el mejor de los casos –que en realidad son los peores–, cuando continuar el embarazo resultará en la muerte de la madre, la apelación a la autonomía de la mujer logra un empate: la vida del feto versus la vida de la madre. En el mejor de los casos nos encontramos frente a una tragedia, donde ninguna solución es correcta. E incluso en este caso la posición liberal es débil, porque hace al aborto un análogo de la defensa propia, pero eso supone (implausiblemente) considerar al feto como un agresor, y al aborto como un medio proporcional para hacer frente a la supuesta agresión.

La principal debilidad de la posición conservadora es que la idea según la cual el embrión es una persona es imposible de ser tomada en serio. De hecho ni los mismos conservadores la toman en serio. Afortunadamente.

La idea según la cual el embrión es persona es la idea según la cual el estatus moral de esto:



es el mismo estatus moral de esto:



Desde luego los conservadores disponen de sofisticados argumentos para sostener eso, pero estos requieren un compromiso con una metafísica aristótelica que nadie fuera de los círculos filosóficos conservadores se toma en serio (a lo más se le adopta arguendo). Pero eso no obsta al hecho de que la conclusión de esos argumentos no se la puedan tomar en serio, porque lo que se sigue de sus argumentos, y que de vez en cuando sostienen, es que en el mundo actual mueren –más bien son muertos– millones de personas, completamente indefensas e inocentes, tantas que el Holocausto, Stalin, Pol Pot, Ruanda, Darfur, etcétera, ser quedarían cortos. Solo en Chile, por ejemplo, más de un millón de mujeres utilizan la T de cobre como método de control de la natalidad, y se sabe que uno de los mecanismos de acción de esta es impedir la implantación del óvulo fecundado. Todas esas mujeres, entonces, serían homicidas. Tal vez a ellas se les podría excusar por ignorancia, pero por cierto no a los médicos. Estos serían los Eichmann de nuestro tiempo. La respuesta adecuada a tal estado del mundo no debería ser nada menos que la resistencia violenta. De esta forma, quienes han asesinado a médicos que realizan abortos sería héroes.

Pero nada de eso es el caso. La lucha de los conservadores contra el horror del mundo contemporáneo se hace por medio de cartas el director, discursos, y eventos musicales bien financiados y cuidadosamente producidos.

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(Próximamente: Parte II: Los liberales)

agosto 07, 2011


de Alberto Mont ("www.dosisdiarias.com")

agosto 04, 2011

protección de la ley

Unas ideas al correr del teclado:
Hoy en la mañana la Alameda parecía que estaba cubierta de neblina, pero eran gases lacrímogenos. Por su parte Plaza Italia parecía un lugar sitiado al cual nadie se podía acercar y en el que habían cientos de carabineros y decenas de carros lanza-aguas.
En lo personal anduve en metro y el gas lacrimogeno se sentía desde el metro Universidad de Chile.
Al respecto, dos cuestiones:
a- ¿Cuáles son las razones detrás de la energética negativa del gobierno en cuanto a las marchas y cuán plausibles son?
Si la idea es que funcione el comercio, es bastante predecible que la negación de una marcha de amplia convocatoria implica (e implicó) que se ampliara el rango de espacio que no se podía ejercer el comercio con normalidad.
Si la idea es que no haya desmanes, es evidente que la existencia de gran cantidad de carabineros y la negativa de manifestarse no hace más que exaltar los ánimos. Además el hecho de que carabineros tenga la orden de actuar con violencia sobre los manifestantes, significa más lesionados y detenidos.
Si la idea es permitir que funcione la ciudad normalmente es difícil pensar que es un buen medio para conseguirlo. Sin dudas hoy han habido más calles cortadas y por más tiempo que en cualquiera de las otras marchas.
b- ¿Cómo se puede calificar "jurídicamente" lo sucedido?
Algunos hechos son patentes: cientos de carabineros por las calles, prohibición de ejercer el Derecho a reunión en algunos lugares centrales de la ciudad; mucho gas lacrimógeno y uso de carros lanza-aguas; prohibición de ejercer el derecho a expresión en variados los lugares; carabineros tratando de entrar al Partido Comunista, a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile; se acaban temprano las actividades de la ciudad (el metro avisó que adelantará oferta de trenes); se baja a personas de micros que van en dirección al centro; a otras no se las deja subir al metro...
Muchos se preguntan si se va apelar a la Ley de Seguridad del Estado, otros dicen que se trata de un "estado de sitio", por último, unos señalan que se trata simplemente de cumplir con la ley.
Pero ¿cuál es el límite que se tiene para proteger la ley? ¿cuán parecido a un estado de sitio es lo que ocurre? ¿qué pasa cuándo la ley que se protege es fuertemente impopular? ¿no se trata de rehacer e interpretar las leyes en democracia lo que está en juego?
Escuchando la radio habla el subsecretario y dice que no hay registros de civiles lesionados (PLOP!), además dice que no ha llegado personas a la convocatoria de juntarse en Plaza Italia. En estos momentos, desde mi departamento se escuchan los gritos de los manifestantes y se siente fuertemente el gas lacrimógeno).
Se aduce que los culpables son quienes convocan a la marcha, porque ayer el gobierno les negó la facultad de marchar. Pero ¿es suficiente que el gobernante de turno prohíba una marcha para que sea ilegítimo hacerla? Esta pregunta es relevante especialmente después de meses de movilización, donde diferentes actores sociales han participado apoyando las demandas.
Se dice que las manifestaciones democráticas tienen como límite el orden público, ¿pero qué pasa cuándo el orden es injusto y nadie está conforme con él? ¿es irrenunciable el orden cuando la comunidad se manifiesta? Por último ¿qué era menos gravoso, permitir que la marcha se realizará con normalidad o prohibirla y reprimir cualquier intento?


julio 01, 2011

Marchas y críticas

Siento que hay muchas cosas que decir sobre lo ocurrido en Chile en el último mes sobre las formas en que la ciudadanía se manifiesta. Ahora aprovecharé lo escrito por Carolina acerca de la democracia de lo extraordinario para expresar algunas ideas.
Me parece que dicho punto de vista ayuda a aclarar cosas y a ver cómo muchas críticas que se presentan no sirven de mucho.
Una primera cuestión es la del tiempo, ¿Cómo explicar que han pasado varias semanas y el movimiento crezca en vez de agotarse (que es a lo que apela el gobierno)? Me parece que precisamente es porque apela a un significado lo cual permite una gran adhesión de diferentes personas (con diversos puntos de vista, intereses, soluciones, etc.), las cuales se encuentran en un espacio público conversando sobre cuestiones que importan a toda la comunidad y a varias generaciones.
Esta apelación a un significado también implica que algunos de los argumentos desarrollados por la prensa y el gobierno no afecten la legitimidad de las manifestaciones.

Una de las estrategias presentadas usualmente por el gobierno es mostrar a los manifestantes como personas violentas, intransigentes, sin disponibilidad al dialogo. En este sentido el rechazo del Consejo de Rectores ha sido tachado de esa forma, como muchas otras actuaciones. Me parece que en hay en la opinión pública cierta conciencia de la necesidad de reconocer un umbral mínimo en educación irrenunciable (que es ciertamente contrario al proyecto de los gobernantes de turno) acorde a lo que consideramos una vida digna de ser vívida (en el sentido en que usan esto Nussbaum y Sen) y se hace pensando en varias generaciones. Esto ha empoderado a los manifestantes y también ha ampliado las bases de la manifestación, siendo legítima cierta intransigencia, así como la petición de una reacción suficiente por parte de la autoridad.

Otra cuestión que ha sido críticada (lo mismo respecto a las marchas contra el proyecto Hidroaysén) es que no hay una uniformidad en lo alegado. La técnica televisiva es mostrar en varias escenas seguidas a personas alegando por diversas cosas. La cuestión es que no veo porque esto es negativo, la protesta se trata precisamente de que personas con ideas e intereses en parte diferentes, en parte comunes, salen a decir que lo que hay está mal. En este sentido es necesario que haya un mínimo común (la necesidad de que la educación sea pública, de que sea de calidad, que no siga reproduciendo y ampliando las escándalozas desigualdades presentes en la sociedad chilena, etc.), pero precisamente el espacio público está para mostrar nuestra pluralidad. Además no siempre está la posibilidad de participar en marchas enormes en donde se pueda manifestar lo que se cree y piensa.
En este sentido, estando presente en la marcha es muy llamativo ver que las diversas personas, mientras caminan, comparten con el de al lado su visión de lo que pasa.

Por último, y tal vez la más extravagante crítica, es señalar que el movimiento se vuelve "político". Uno podría preguntarse qué más político que cuestionar las desigualdades, proponer y criticar políticas públicas y preguntarse sobre criterios de distribución de cuestiones como la educación. Me parece que el movimiento siempre ha sido político, como pocas cosas "públicas" en Chile y eso es algo bueno.

Me parece que lo que más llama la atención es que el gobierno de un país democrático esté en contra y se preocupe de desligitimar a un amplio movimiento social que representa el sentir y pensar de gran parte de la comunidad nacional sobre un tema de interés común. ¿No será el deber de los gobernantes ser receptivos ante lo que sucede en vez de tratar de debilitarlo?
Acá se ve lo alejada que está la clase política chilena de la ciudadanía, pues en general se ha usado la cuestión para dejar mal al de al lado (sea derecho o izquierdo) y no para construir un país mejor, que cumpla sus promesas de asegurar una vida digna a sus habitantes.
P.S.
Escribí este post hace un mes sin publicarlo, me pareció que aún era pertinente hacerlo.
Cabe señalar que después de escribir esto, el gobierno presentó su G.A.N.E apelando a un "acuerdo nacional", pero en realidad es una propuesta unilateral destinada a mantener un sistema paupérrimo. Lo interesante es que este acuerdo se presentó sin necesidad de diálogo, sin considerar el tema de fondo alegado y si alguien está en contra se le acusa de "obstruccionista". Es un lugar común en el gobierno señalar que "no negocía bajo presión", pero en realidad, simplemente no negocia.