Sardegna es más que la zona norte, la costa Esmeralda tan publicitada por las fiestas de Berlusconi. Sardegna es una mezcla singular entre mar y montañas áridas, de piedra, mármol y verde. No se me ocurre como compartir la impresión que dejaron en mí las inmensas montañas rocosas y verdes de la región de Ogliastra. Quizá más impactante aún puede ser encontrar en medio de ellas la “Stazione dell’arte”. Una galería en medio de los arbustos y rocas que alberga la obra de Maria Lai, artista visual cuya obra era completamente desconocida para mí. Su trabajo se sostiene en la tela, hilo y materias primas de su tierra sarda como la oliva, o simplemente la arena. Destaca su gesto onírico, su gesto de fantasía que no significa inconsciencia del mundo sino, por el contrario, un gesto de responsabilidad política y memoria. Libros de cuentos hechos a mano, escenas sacras, un video del pueblo de Ulassai tejida con hilos por sus propios habitantes son parte del patrimonio que guarda la Stazione. Una especial referencia a Gramsci –tan sardo como Maria Lai- en la dedicatoria de cuadros y también como inspiración de su obra escultórica. En medio de la Stazione encontramos el cuento que Gramsci relata a Delio en una carta a Julia Schucht fechada el 1 de Junio de 1931 desde la cárcel de Turín que ahora transcribo para compartir. Puede ser que esa escultura tocó lo que queda de mi ilusión infantil o lo que hay de proyección maternal, posiblemente más lo segundo. Bien vale la pena contar cuentos que permiten pensar y abren la posibilidad de crear alguna conciencia de lo que puede valer estar juntos o como lo ve el pueblo sardo hoy en día, la necesidad de cuidar la tierra que habitamos.
Querría contar a Delio un cuento de mi tierra que me parece interesante. Te lo resumo y tú se lo cuentas a él y a Giuliano. Un niño está durmiendo. Hay una jarrita de leche dispuesta para cuando se despierte. Un ratón se bebe la leche. El niño, al no encontrarla, grita, y su madre grita también. El ratón, desesperado, se da de cabezadas con la pared, pero luego se da cuenta de que eso no sirve para nada y corre a pedirle leche a la cabra. La cabra está dispuesta a darle leche si él le da hierba para comer. El ratón se va a ver al campo a pedirle hierba, y el campo árido quiere agua. El ratón se va a la fuente. Pero la fuente está destruida por la guerra y el agua se pierde: quiere que acuda el albañil a arreglarla. El ratón se va a ver al albañil; éste quiere piedras. El ratón se va a la montaña y entonces se desarrolla un diálogo sublime entre el ratón y la montaña, la cual ha sido desarbolada por los especuladores y muestra por todas partes sus huesos sin tierra. El ratón le cuenta toda la historia y promete que el niño, cuando sea mayor, volverá a plantar pinos, encinas, castaños, etc.
De este modo la montaña le da las piedras, etc., y el niño tiene tanta leche que se lava con ella. Crece, planta los árboles, y todo cambia; desaparecen los huesos de la montaña, cubiertos por un nuevo humus, la precipitación atmosférica vuelve a ser regular porque los árboles retienen los vapores e impiden a los torrentes que desnuden la llanura, etc. Es un cuento característico de una tierra arruinada por la explotación especulativa de los bosques. CARTA A JULIA SCHUCHT [Cárcel de Turín, 1-VI-1931; L. C. 440-441]