Las posiciones que se encuentran en los extremos del debate son sencillas y fáciles de comprender. Desde el lado liberal se argumenta que en ciertos casos no es legítimo obligar a la mujer a soportar la carga del embarazo. La pregunta sobre cuáles sean esos casos admite múltiples respuestas; desde solo en casos de riesgo vital para la madre hasta cuando le cause sufrimiento a la mujer. La idea central a las distintas posiciones liberales es que existe un ámbito en el que es legítimo a la mujer ejercer su autonomía respecto de la continuación o interrupción del embarazo.
Desde el lado conservador el argumento es todavía más sencillo: el embrión es una persona. Punto.
Así de simple. La fuerza dialéctica de la posición conservadora es enorme, y los liberales con frecuencia pasan esto por alto. Frente a la tesis según la cual el embrión es una persona los argumentos respecto de la autonomía de la mujer palidecen. Al apelar a la idea de la personalidad del embrión los conservadores empuñan una Magnum .44 en la que hasta ese momento era una pelea de estoques. Si el embrión es persona, desde luego que la autonomía de la mujer importa poco. Apelar a ella para justificar el aborto es tan ineficaz como hacerlo para justificar el homicidio. En el mejor de los casos –que en realidad son los peores–, cuando continuar el embarazo resultará en la muerte de la madre, la apelación a la autonomía de la mujer logra un empate: la vida del feto versus la vida de la madre. En el mejor de los casos nos encontramos frente a una tragedia, donde ninguna solución es correcta. E incluso en este caso la posición liberal es débil, porque hace al aborto un análogo de la defensa propia, pero eso supone (implausiblemente) considerar al feto como un agresor, y al aborto como un medio proporcional para hacer frente a la supuesta agresión.
La principal debilidad de la posición conservadora es que la idea según la cual el embrión es una persona es imposible de ser tomada en serio. De hecho ni los mismos conservadores la toman en serio. Afortunadamente.
La idea según la cual el embrión es persona es la idea según la cual el estatus moral de esto:
es el mismo estatus moral de esto:
Desde luego los conservadores disponen de sofisticados argumentos para sostener eso, pero estos requieren un compromiso con una metafísica aristótelica que nadie fuera de los círculos filosóficos conservadores se toma en serio (a lo más se le adopta arguendo). Pero eso no obsta al hecho de que la conclusión de esos argumentos no se la puedan tomar en serio, porque lo que se sigue de sus argumentos, y que de vez en cuando sostienen, es que en el mundo actual mueren –más bien son muertos– millones de personas, completamente indefensas e inocentes, tantas que el Holocausto, Stalin, Pol Pot, Ruanda, Darfur, etcétera, ser quedarían cortos. Solo en Chile, por ejemplo, más de un millón de mujeres utilizan la T de cobre como método de control de la natalidad, y se sabe que uno de los mecanismos de acción de esta es impedir la implantación del óvulo fecundado. Todas esas mujeres, entonces, serían homicidas. Tal vez a ellas se les podría excusar por ignorancia, pero por cierto no a los médicos. Estos serían los Eichmann de nuestro tiempo. La respuesta adecuada a tal estado del mundo no debería ser nada menos que la resistencia violenta. De esta forma, quienes han asesinado a médicos que realizan abortos sería héroes.
Pero nada de eso es el caso. La lucha de los conservadores contra el horror del mundo contemporáneo se hace por medio de cartas el director, discursos, y eventos musicales bien financiados y cuidadosamente producidos.
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(Próximamente: Parte II: Los liberales)