agosto 05, 2009

Los VIP, los BIP y los RIP

“El 1% quiere esto torcer,
el 9% tiene el poder,
de lo que queda el 50 solo come
y el resto se muere sin saber porqué”
León Gieco


Hace unos días, la derecha política y el gobierno acordaron solventar económicamente al Transantiago con fondos públicos en los próximos años. Se trata de una suma cercana a los cinco mil millones de dólares. Supe de esta noticia escuchando una radio en donde el comentarista señalaba que con esto se consagraba “la socialización de las deudas y la privatización de las utilidades” debido a que el dinero en cuestión va dirigido a los “empresarios del transporte” quienes tienen sus ganancias aseguradas por contrato. Al parecer esto es algo estructural a la forma de gobernar en Chile (a pesar de algunos cambios intentados por el actual gobierno), un país con un alto PIB per cápita dentro de la región, y una escandalosa desigualdad en la distribución de la riqueza.
Los urbanistas, y de paso los gobernantes, de las últimas décadas, ha
n estado generalmente concientes de la importancia del sistema de transporte para las ciudades, sobre todo cuando estás van creciendo, tanto cualitativa como cuantitativamente, ampliando sus funciones. El transporte está directamente relacionado con como se enfrentan, producen y reproducen las desigualdades dentro de una sociedad, determinando su personalidad. Influye directamente en la calidad de vida: en la posibilidad de acceder a trabajos, a hospitales, a relaciones familiares, así como de circular a toda hora en cualquier lugar, etc. Permite (que se evite) la existencia de lugares apartados de los centros urbanos, pudiendo unir o segregar a grupos de personas.

Por ello, es deber de las autoridades crear condicio
nes de igualdad para acceder al transporte. Así, en algunas ciudades se privilegia el uso del automóvil con la creación de carreteras y largas distancias entre los centros urbanos y los lugares habitacionales o los sectores industriales y fomentando la existencia de un vehículo por hogar por diferentes medios; en otras se privilegia el transporte público, abaratando los costos del mismo, creando pistas especiales para buses y prohibiendo el acceso de automóviles a lugares de relevancia para la ciudad. Respecto a esto, las políticas chilenas han sido bastante particulares, reproduciendo la desigualdad en la distribución de bienes que se vive en el país, esto se puede graficar, revisando a tres grupos de santiaguinos: los VIP, los BIP y los RIP.

LOS VIP
Años antes de pon
er en práctica el Transantiago, ya se habían empezado a construir una serie de carreteras concesionadas dentro de Santiago. En ellas se pueden recorrer grandes distancias en poco tiempo. Además, a ellas solo pueden acceder aquellas personas montadas en automóviles veloces que puedan pagar un peaje más caro que un pasaje en la locomoción colectiva (el promedio entre lo más barato y lo más costoso es de $ 1.237 -ver en www.costaneranorte.cl). Otro requisito que se debe cumplir es el de vivir en los barrios más ricos de la ciudad, pues, casualmente, estas carreteras urbanas unen aquellos barrios con el centro de la ciudad o el aeropuerto, logrando que sus usuarios no vean el triste espectáculo de la pobreza que hay entremedio, ni tengan que mezclarse con aquellos que viven los tacos.

LOS BIP

Paralelamente a estas carreteras, existe el sistema público de transporte, el Transantiago, que vino a reemplazar a las Micros amarillas, pero no a la existencia de un oligopolio de “empresarios del transporte”. Para acceder a este sistema basta con tener una tarjeta BIP cargada con $ 400 (o sea, por lo menos, se debe contar con $19.200 par
a ir y volver del trabajo mensualmente) y suerte. Eso si, la suerte depende del lugar al que se quiera viajar, si se quiere viajar a los barrios más ricos, los buses están en buen estado y pasan regularmente, si se quiere a barrios más pobres, el tiempo de espera aumenta junto con la cantidad de pasajeros por viaje, así como disminuye la calidad del bus.

LOS RIP

Para gran cantidad de personas el acceso al Transantiago es limitado y no existe una alternativa razonable. Hay gran cantidad de chilenos y extranjeros que no tienen un ingreso equivalente o mayor al sueldo mínimo o, simplemente, no tienen acc
eso al mercado laboral (parias, personas que han cumplido una condena de privación de libertad, indocumentados) o a una vivienda. También podemos pensar así de quienes tienen como único ingreso una pensión que no supera los $ 50.000 (en su mayoría personas de la tercera edad), así como quienes viven alejados del centro de la ciudad, en lugares donde no llega el Transantiago y deben pagar pasajes más caros en colectivos o microbuses, siempre cuando estos existan. Santiago es una ciudad donde están claramente delimitados los barrios pobres de los ricos, el centro de la periferia, lo que es fruto, en gran parte, de la políticas de “erradicación” del gobierno militar que no se ha buscado revertir. Esta particular distribución se aplica a diversos bienes importantes, no solo al dinero y al transporte, sino que también a la salud, la vivienda, la educación, la seguridad personal…

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