mayo 10, 2010

Andar con la casa a cuestas

La semana pasada sucedió algo que me dejó inquieta. Es curioso porque me dejo inquieta una situación que no presenta novedad alguna para mí. Me he pasado los últimos meses colaborando con mis compañeros de doctorado en la organización de un congreso, el Congreso de filosofía joven. Debo comenzar diciendo que me dejó muy satisfecha todo esto. Pero tuvimos un olvido fatal, sobre todo para mí. En una de las conferencias plenarias del primer día alguien pregunto con el programa en mano “¿porqué no hay mujeres dando conferencias?”. Esta pregunta no fue gratuita ya que uno de los puntos tocados en ese momento era la falta de mujeres en la filosofía. Mis compañeros comentaban que en aquel programa no estaba la información de las comunicaciones en la mesas, lugar en el que estaban a la par mujeres y hombres. Comentaban también la lástima que sentíamos por la ausencia de dos mujeres que habían sido invitadas y que por motivos de fuerza mayor no pudieron asistir. Personalmente me sentí abochornada, en parte porque considere un error el no haber insistido en reemplazar a las ausentes. Pero la verdad que lo curioso fue la respuesta del moderador a esta inquietud, él comentó que la causa de esta ausencia era el franquismo. Puede que sea cierto pero yo tenía el problema de la falta de mujeres en los eventos filosóficos como un problema más bien global.
El comentario aquel despertó mi inquietud. Antes de llegar a Murcia no había reparado en lo que significa llevar una vida de madre y universitaria activa a la vez. La inquietud trascendió el contexto de las conferencias. Mi círculo burbuja en Santiago de Chile jamás me aisló como una enferma o bicho raro que debe optar por ser una cosa o la otra. Acá, no es raro que piensen que estás muy ocupada siendo madre, como si no pudieses hacer ambas cosas. Tampoco es raro que la gente en general se asombre de que existan personas que se suban a un avión con un crío en brazos para estudiar. Se piensa que es necesario un contexto familiar de apoyo, así que cuando te descubren piensan que eres “europea” (eso quiere decir de más al norte Francia, Alemania, Suiza o Dinamarca tal vez). No hay suficientes guarderías y en muchas universidades es una gran novedad haber abierto alguna. Julio y yo nos la hemos arreglado bien siendo padres. Debo decir que nunca había sido tan productiva como ahora y que disfruto siendo madre y una bastante más pegote de lo que hubiese podido ser en Chile. Cada vez creo más y lo siento que no es lo mismo ser hombre o mujer pero eso tampoco significa que debamos tener roles estáticos o estar confinados a recibir un valor social. Así como estando muy ocupada he podido ser más madre, quizá incluso más sensiblemente mujer, mi compañero ha vuelto flexible su visión de roles y ha experimentado ser un padre presente que hace cosas similares a las que hago yo; pero que bajo ningún motivo podría decirse que somos lo mismo. Nuestro hijo lo puede corroborar, hay momentos y situaciones en las que no transa la presencia de alguno. Así mismo mi pequeño me acompaña en las circunstancias posibles y en vez de sentir incomodidad en ello siento orgullo. Me dio gusto ver en el congreso a una chica llegar con un cochecito de bebe. Ella participando con su pequeño aun lo suficientemente pequeño como para estar tranquilo y adormentado durante la discusión. Cosas que son raras de ver pero que se deben dar para que sea normal tener vida en todo sentido. No estaría mal contar con guarderías o jardines infantiles durante los congresos, cursos en general en el contexto universitario -y de fácil acceso a la vez que cercano a la institución- para permitir que madres y padres participen de ellos sin preocupaciones y si ellos lo estiman conveniente tomen su rol apegadamente.

3 comentarios:

  1. En este maravilloso escrito, Carolina muestra como la construcción de la normalidad es algo que puede ser bastante pernicioso para las personas (tanto para quien sufre una exclusión -que es solo un ejemplo- como para quienes la realizan), pues empobrece las formas en que podemos enfrentarnos.

    Recuerdo que colaboré en las primeras semanas de al organización del I Congreso de DDHH que se hizo en la Escuela de Derecho de la U.de Chile. Me llamó la atención la escasa invitación de mujeres a los plenarios de especialistas y la respuesta de los organizadores fue que no había mujeres los suficientemente competentes y me retaron a proponer nombres, lo cual hice con gusto. De todas formas el resultado fue que de 11 invitados solo uno era mujer.
    Es interesante, porque además de haber una presunción de inteligencia a favor de los hombres, se crean todas las condiciones para que estos estén cómodos ("el hombre es la medida de todas las cosas"), así en algunos lugares académicos hace poco que se han habilitado baños de mujeres. Lo mismo en otros centros de poder, como, en el Palacio de la Moneda, que hasta hace unos cinco años no contaba con muchos elementos necesarios para que las mujeres trabajaran cómodamente.

    Un voto a favor de salsa cunas y guarderías en Congresos, en todas partes. Si bien no podemos renunciar a la normalidad, si podemos reconstruirla teniendo en cuenta la (belleza de) diversidad humana y lo odiosas que son algunas presunciones de lo que la gente es, a pesar de que la realidad nos muestra que no es así.

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  2. En efecto la presencia de la mujer es el tema de la ausencia. En los últimos años el número de mujeres en las aulas universitarias ha aumentado, superando el 50%. Significativamente las Humanidades siempre han sido catalogadas como 'carreras de mujeres', es decir, para que las mujeres tuvieran una carrera. Sin embargo, su presencia académica todavía no termina de consolidarse en otros niveles. Si bien es cierto que también está en aumento el número de mujeres en los estudios de postgrado (muchas veces como becarias debido a sus notables expedientes académicos) no son tantas las que consiguen terminar los que se ha llamado 'la carrera investigadora', ocupando puestos docentes. Esto está relacionado con unos plazos que se entiende incompatible con otros roles asignados a la mujer, sobre todo la maternidad. Ésta se ha convertido en una espada de Damocles para las investigadoras por una sobreentendida incompatibilidad entre dos dedicaciones que se suponen a tiempo completo. Ésta deviene de dos problemas muy similares: por un lado, la asignación exclusiva del cuidado de los hijos a la madre; por otro, la consideración de que el trabajo en la Academia debe ser absorvente, en un tiempo completo que va más allá de una jornada labora compatible en realidad con la vida misma. Errores de planteamiento sujetos a la incapacidad de reformulación de una sociedad (la española) que se dice moderna cuando todavía está atada a formas de pensar y vivir tradicionales. De este modo podemos observar (cuando no sufrir) la displicencia con que las jóvenes investigadoras son tratadas por profesores o incluso por los propios jóvenes investigadores, con una pulsión más paternalista que profesional, tras la que se advierte la desconfianza en la mujer, quizás no tanto en su capacidad intelectual como sí en su determinación para llevarlo a cabo en el ámbito académico, desviada por otras preferencias más propias a su género. Machismo al fin y al cabo maquillado por el discurso de la imposición de una 'realidad'que parece ser independiente de la sociedad (de sus necesidades y reclamos) y que sobrepone la inercia histórica a lo que debería ser el interés general de cambio de prácticas que redundan en la injusticia social.

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  3. Sobre el tema, una entrevista a una académica española:
    http://www.uchile.cl/uchile.portal?_nfpb=true&_pageLabel=not&url=63078

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