octubre 22, 2011

Intransigencia y legitimidad

La violencia en las últimas semanas, con cerca de seis meses de protestas sociales, ha adquirido una mayor intensidad y le acompaña una sensación de que las partes se vuelven intransigentes, al menos así es como se presenta en la prensa.
Una señal de esto, para algunos fue la irrupción de miembros del profesorado, alumnos y apoderados en el ex Congreso Nacional donde sesionaba una comisión que se dedicaba a revisar el presupuesto para educación del próximo año.
Está acción fue duramente condenada y se la consideró como una afrenta a la democracia, pues se supone que dicha institución no se puede interrumpir toda vez que es el lugar donde reina el debate, donde se discuten los intereses del país de forma civilizada. En este sentido, se entiende que los ciudadanos si bien son "los dueños" de las instituciones, precisamente las crean para no resolver las cosas por la fuerza, sino que por los "conductos regulares" y deben esperar a que las "instituciones funcionen". La pregunta clave es ¿cuándo las instituciones funcionan en una democracia? ¿cuándo dejan de funcionar? ¿cuándo se agotan los conductos regulares?
Me parece que dichas preguntas son especialmente relevantes en el Chile actual. Solo considerando mis años de estudio en al universidad durante casi toda la década anterior, recuerdo decenas de ocasiones en que estudiantes, rectores, el Senado Universitario y académicos han presentado los problemas de la educación y la necesidad de implementar los puntos que hoy está defendiendo el movimiento estudiantil. Fueron muchas las cartas a la Moneda, al Ministerio de Educación, a congresistas, a El Mercurio, los seminarios, etc. en que estas cuestiones se hicieron públicas y procuraron cambiar la legislación.
Pero la clase política prácticamente no ha reaccionado ante esto.
Será porque no se ha respetado el conducto regular, pero ¿cuál es el conducto regular? en Chile casi no existen procedimientos por medio de los cuales la ciudadanía pueda influir en la formación de las decisiones que repercuten en la vida de todos.
Después de años de reflexión y búsqueda de establecer diálogos (un "nuevo trato") con la clase política en el tema educativo y ante la nula respuesta, no es de extrañar que la gente se tome las calles, concretice la idea de que el espacio público es precisamente, una cosa de todos. Esto tuvo una primera manifestación con el surgimiento de los pingüinos, lo sucedido ahora es algo así como una segunda ola, con mayor fuerza, que se pudo evitar si es que la clase política fuera reactiva a lo que sucede en la ciudadanía.
Entonces, ¿Qué se debe hacer cuando no hay reacción por parte de los gobernantes?
Esto se relaciona con el planteamiento del gobierno de que no permitirá que gobiernen (esto es, que determinen las decisiones políticas) ciertos grupos que se dedican a paralizar la ciudad.
Si bien es evidente que no cualquier manifestación de un grupo debe implicar el cambio de las políticas públicas, me parece que hay razones más que suficientes para, por una parte, irrumpir en sesiones del Congreso y, por otra, gobernar con los manifestantes.
Una primera razón es que se trata de grupos de personas que han estado excluidos de la toma de decisiones que afectan sus vidas a pesar de sus intentos por participar. Esta es tal vez la mayor afrenta que se le puede hacer a la democracia (y se hace indispensable un cambio institucional en términos de democratización de las instituciones chilenas).
Una segunda razón está en que es claro actualmente que el movimiento estudiantil representa el pensar y sentir de una gran mayoría de quienes viven en el país. Así se ha mostrado en la gran convocatoria de las marchas, las encuestas, etc. La cosa es que a pesar de ser una gran mayoría y de llevar varios meses movilizándose, aún no hay reacción de la clase política. Cuando se propuso hacer una mesa de dialogo (momento en que la tensión bajó), previamente se presentaron proyectos de ley sobre las materias que se supone se iban a discutir y,además, se propuso una ley que busca criminalizar a la protesta. Cuál es el sentido de sentarse a conversar cuando esa conversación no tendrá ningún efecto y si se desea manifestarse en contra de ello, se perderá la libertad.
Es una cuestión de qué significa gobernar en democracia.
¿Debe un gobierno democrático gobernar con los ciudadanos o una vez elegido un gobernante ya no debe considerar lo que pasa en la comunidad? Si la respuesta es que debe ser receptivo, ¿A quién hay que escuchar? ¿a la mayoría numérica? (en contra de legislar solo con grupos de interés) o ¿a una minoría excluída? (para no caer en la.  tiranía de la mayoría). En ambos casos la respuesta positiva implica escuchar al movimiento social actual.
Como esto no ocurre, una señal de indignación clara es irrumpir ante el Congreso, el cual, al parecer, no está cumpliendo sus funciones. Entonces ¿El exigir que la clase política cumpla su función en democracia (reconocer que los ciudadanos son sus dueños) se puede transigir? ¿los cuatro puntos que representan una propuesta para discutir sobre el país y atacar los grandes problemas de injusticia que tiene el país, se pueden transigir?

No hay comentarios:

Publicar un comentario