mayo 12, 2020
Un acuerdo insuficiente (CIPER)
https://ciperchile.cl/2019/11/28/un-acuerdo-insuficiente/
abril 25, 2012
El cuco igualitarista
abril 14, 2012
El aborto no es un bien
“Evidentemente aborrezco otras cosas más de lo que aborrezco el aborto. Cuáles sean estas cosas no es algo original, pero es importante especificarlas. Las leyes injustas, por ejemplo; en este caso, las que discriminan contra los pobres y los iletrados y los abandonados. Y, por ejemplo, los hechos de hijos no deseados o descuidados. Que el aborto legal sea una alternativa a las leyes injustas y los hijos descuidados es una cuestión no de buena lógica sino de malas instituciones. Si, para empezar, la sociedad estuviera organizada de tal manera que adoptar un niño no fuera más difícil de causar que tener un niño; y que los niños fueran adoptados solo por personas que los seguirán queriendo y que los cuidarán, y que hubiera suficientes tales personas para cuidar a todos los niños que los necesitaran, y que uno supiera cómo distinguir quiénes son estas personas; y que cualquier pizca de vergüenza o discriminación asociada a la ilegitimidad de un niño o al hecho de la maternidad sin matrimonio o a los padres que den a su bebés en adopción fuera ella misma vergonzosa; y, suponiendo que se sepa que la anticoncepción no produce daño físico a quienes la practiquen, que fuera practicada de manera consciente; y que a las mujeres se les proveyera ayuda especialista y amigable durante el embarazo y el padre tuviera derecho, con la madre, a licencia del trabajo, de manera que fuera necesario autorizar el aborto, y que siempre lo fuera, solo si hubiera riesgo físico o psicológico grave y cierto para la madre (el riesgo psicológico debería debería a estas alturas estar limitado al terror del embarazo y parto mismos); entonces mi liberalismo sobre el asunto del aborto se apagaría, my aborrecimiento del aborto podría flocerer […] El resultado de estas consideraciones es que la discusión sobre el aborto, en cuanto tenga base en el estatus del embrión humano, no solo no puede sino que no debe ganarse. El aborto voluntario es menos malo que su criminalización; pero no por ello está bien. Mientras más terrible lo considere uno, más terrible debería considerarse el juicio que hace a la sociedad. Es una huella del fracaso social, similar a la existencia de las cárceles” -- Stanley Cavell, The Claim of Reason, pp. 374-375 (mis énfasis).
octubre 22, 2011
Intransigencia y legitimidad
octubre 08, 2011
Educación y gratuidad
Respecto de la polémica que se ha dado de la gratuidad de la educación parece sorprendente que se piense que eso solo beneficiaría a la clase más rica. Si bien es cierto que sus hijos tendrían la posibilidad de estudiar gratis la formación universitaria y también la educación primaria y secundaria tal cual todos los demás, eso no significa restarle un beneficio a las clases con menores ingresos. Resulta interesante contrastar esto con los países europeos, pensando por ejemplo en España donde es posible matricular a un niño en colegios públicos, concertados (como los subvencionados chilenos, se paga un poco y razonable) y privados. En España no sale tan caro pagar una carrera en la medida que el estado subvenciona los aranceles y si bien con la crisis esto se ha visto diferenciado en algunas comunidades autónomas que solo consideran la subvención estatal cuando se es un nacional. Respecto de la educación y otros temas sociales se está poniendo complicado por recortes importantes, pero aun las cosas no van tan mal. Hay varios ejemplos aún más cercanos, México, Argentina o Brasil entre otros. Pero un contraste más fuerte que muchos dicen que es imposible para países como el nuestro que paradójicamente se pone de ejemplo para destacar que esta bien disminuir horas de asignaturas humanistas, se da al pensar en los países nórdicos. Hoy mismo me topaba con un link en facebook que explicaba el sistema educacional de Finlandia haciendo hincapié en los métodos educativos que estimulan la participación cívica y la reflexión antes que la memoria, además, y esto es lo más importante importante, que se fundamenta en la confianza*. Pienso también en el caso de Dinamarca, en donde la educación primaria y secundaria es la misma para todos de modo que el 90% de los colegios son públicos y solo un 10% privados, este sistema educativo no separa a los alumnos ni por condición económica social, ni por capacidades intelectuales (como por ejemplo en Suiza). La idea de los daneses es que los niños y jóvenes se eduquen con roce social, es decir aprendiendo a tratar a todos los agentes de una sociedad, aquellos que serán empresarios, políticos, humanistas científicos, barrenderos, camareros, etc. (esto, en España, se da menos que en los países nórdicos pero mucho más que en Chile). Considero que este roce es el que puede educar cívicamente y no una catequesis de valores a los que seguir y que evidentemente pueden cambiar. Para que las cosas funcionen de esta manera los daneses, los nórdicos en general pagan impuestos altos, pero saben que eso tiene un beneficio y ese beneficio es el estado de bienestar que poseen, es: tener agua propiedad de todos, no manipulada por empresas transnacionales, tener educación de la misma calidad y gratuita para todos, y, por supuesto, un sistema de salud. Como todo país tienen sus problemas y hay asuntos que les parecen injustos pero jamás transarían los derechos sociales que poseen, que les permiten vivir en un país seguro y educado cívicamente. Pensar que Chile no está preparado para algo así es impedir el crecimiento de un país que alberga personas autónomas que saben guiarse a sí mismas. Así, este caso de los países nórdicos tiene que ver fundamentalmente con el mal entendido que se está haciendo tan masivo por estos días que se refiere a las reformas tributarias. ¿Por qué parece molestar pagar impuestos más altos si se asegura salud, educación y que los bienes naturales están protegidos? Además y, esto me parece central ¿estaría mal que, en el futuro esperemos cercano, chicos y chicas se educaran aprendiendo a tratar con otros distintos? Hasta hace algunos años los llamados colegios emblemáticos poseían esa característica, si bien no asistían muchas personas provenientes de familias ricas, si se daba un roce social diverso y esa es una enseñanza que da la mejor lección de civilidad.
* Cuando decimos confianza y educación cívica más abajo la referencia es a la relación con los otros
septiembre 18, 2011
El pastor evangélico, el laicismo, y los no creyentes
Una inusualmente desafortunada columna dominical trata de hacer dos cosas condenadas al fracaso: defender lo indefendible, y prevenir contra riesgos inexistentes.
Lo indefendible son las declaraciones del líder de una agrupación de iglesias evangélicas en el Te Deum de la semana pasada. Como es sabido, en ellas el pastor criticó proyectos de ley como el de acuerdo de vida en común, crítica que los conservadores entienden como una “defensa de la familia” (aunque nunca expliquen cuál es el peligro del que la defienden). Lo cierto, sin embargo, es que las declaraciones hicieron polémica por su carácter homofóbico antes que por su supuesta “defensa de la familia” (después de todo, ¿quién no está a favor de la familia?). El pastor se refirió a los homosexuales –con la habitual combinación de condescendencia y desprecio con que muchos conservadores se expresan sobre el tema– como personas enfermas, que, aunque merecen cariño, deben ser acogidas y corregidas. Trató a las orientaciones sexuales minoritarias –de manera confusa, dando la impresión de no entender bien de qué estaba hablando– como análogas a la pedofilia, el incesto y la zoofilia. Naturalmente, todo esto causo polémica y provocó justificado repudio. El problema con las declaraciones fue precisamente su contenido, por lo que no se entiende que la columna en cuestión pretenda hacer esto al lado, como si el problema con las declaraciones hubiera sido que un representante del mundo religioso opinara sobre asuntos de relevancia política. En este país nadie debiera espantarse por eso.
Uno de los riesgos inexistentes contra el que trata de advertir la columna es el supuesto avance de un “laicismo fundamentalista”. Afirma:
Cuando decimos que el Estado es laico (caso de Chile o EE.UU.), estamos sosteniendo que no tiene una religión oficial, a diferencia de los países confesionales (Inglaterra, Arabia Saudita), que hacen suya una religión. Pero que el Estado no se pronuncie en materias religiosas no quiere decir que proceda como si la religión no existiera: en Uruguay han tenido que llamar a la Semana Santa "Semana del Turismo", para que ese feriado resulte indoloro a los laicistas charrúas.
El buen laicismo, según esta forma de entender el asunto, sería aquel que “respeta y fomenta la práctica de la religión [...] porque constituye una legítima expresión de la identidad de sus ciudadanos y contribuye al bien social”. El mal laicisimo sería aquel “pretende que uno puede manifestar cualquier convicción en el espacio público, salvo que tenga un carácter religioso”. Sería el laicismo que “ha llegado a extremos ridículos, como el de British Airways, que despidió a Nadia Eweida, una azafata que se negó a sacarse una pequeña cruz que llevaba colgada al cuello”. Contra este laicismo habría que protegerse. Pero, en serio, ¿alguien cree que este laicismo es una amenaza? El caso de la azafata, para empezar, es más complejo de lo da a entender la columna, y nada indica que hubiera sido motivado por un excesivo celo secularista. Y en un país donde el Presidente no pierde ocasión para agradecer/invocar/encomendar a Dios, y donde sectores evángelicos han aprovechado esto para ganar relevancia política (apoyando al gobierno actual, criticando al anterior), el laicismo no parece ser una amenaza en ciernes.
Por último, el riesgo más inverosímil contra el que advierte la columna es el del mal que haría a la sociedad la pérdida de la religiosidad de sus miembros: “aunque existen muchos ateos honorables, los creyentes convencidos respetan la ley más que el promedio de los ciudadanos”. El argumento retórico para apoyar esta afirmación es el siguiente: “Cualquiera de nosotros prefiere perder su billetera en un templo y no en el Metro”. La mejor respuesta, también retórica, a la insinuación de que los creyentes son mejores personas que los no creyentes viene del más elocuente de los ateos contemporáneos: Christopher Hitchens. En su God is not great, responde a la pregunta retórica que se le hizo alguna vez sobre si en el caso de que un grupo de desconocidos que se le acercase en una ciudad desconocida se sentiría más o menos seguro sabiendo que se trata de un grupo que viene saliendo de un servicio religioso. Su respuesta:
Solo para quedarme en la letra 'B', de hecho he tenido esa experiencia en Belfast, Beirut, Bombai, Belgrado, Belén y Bagdad. En cada caso […] me sentiría inmediatamente amenazado si pensara que el grupo de hombres que se me acercaba al anochecer venían de una ceremonia religiosa.
Y además de la notable respuesta retórica, está también la evidencia empírica que muestra que los no creyentes son “menos nacionalistas, menos prejuiciosos, menos anti-semitas, menos racistas, menos dogmáticos, menos etnocéntricos, menos cerrados de mente y menos autoritarios”, además de que apoya la igualdad de géneros y los derechos de las mujeres, aceptan la homosexualidad y apoyan los derechos de los homosexuales (Zuckerman 2009). Para terminar con otra pregunta retórica, ¿si usted perteneciera a una minoría (sexual, por ejemplo), preferiría nacer en una familia o sociedad religiosa o no creyente?
septiembre 12, 2011
Debate sobre el aborto: Ambos bandos están equivocados
Las posiciones que se encuentran en los extremos del debate son sencillas y fáciles de comprender. Desde el lado liberal se argumenta que en ciertos casos no es legítimo obligar a la mujer a soportar la carga del embarazo. La pregunta sobre cuáles sean esos casos admite múltiples respuestas; desde solo en casos de riesgo vital para la madre hasta cuando le cause sufrimiento a la mujer. La idea central a las distintas posiciones liberales es que existe un ámbito en el que es legítimo a la mujer ejercer su autonomía respecto de la continuación o interrupción del embarazo.
Desde el lado conservador el argumento es todavía más sencillo: el embrión es una persona. Punto.
Así de simple. La fuerza dialéctica de la posición conservadora es enorme, y los liberales con frecuencia pasan esto por alto. Frente a la tesis según la cual el embrión es una persona los argumentos respecto de la autonomía de la mujer palidecen. Al apelar a la idea de la personalidad del embrión los conservadores empuñan una Magnum .44 en la que hasta ese momento era una pelea de estoques. Si el embrión es persona, desde luego que la autonomía de la mujer importa poco. Apelar a ella para justificar el aborto es tan ineficaz como hacerlo para justificar el homicidio. En el mejor de los casos –que en realidad son los peores–, cuando continuar el embarazo resultará en la muerte de la madre, la apelación a la autonomía de la mujer logra un empate: la vida del feto versus la vida de la madre. En el mejor de los casos nos encontramos frente a una tragedia, donde ninguna solución es correcta. E incluso en este caso la posición liberal es débil, porque hace al aborto un análogo de la defensa propia, pero eso supone (implausiblemente) considerar al feto como un agresor, y al aborto como un medio proporcional para hacer frente a la supuesta agresión.
La principal debilidad de la posición conservadora es que la idea según la cual el embrión es una persona es imposible de ser tomada en serio. De hecho ni los mismos conservadores la toman en serio. Afortunadamente.
La idea según la cual el embrión es persona es la idea según la cual el estatus moral de esto:
es el mismo estatus moral de esto:
Desde luego los conservadores disponen de sofisticados argumentos para sostener eso, pero estos requieren un compromiso con una metafísica aristótelica que nadie fuera de los círculos filosóficos conservadores se toma en serio (a lo más se le adopta arguendo). Pero eso no obsta al hecho de que la conclusión de esos argumentos no se la puedan tomar en serio, porque lo que se sigue de sus argumentos, y que de vez en cuando sostienen, es que en el mundo actual mueren –más bien son muertos– millones de personas, completamente indefensas e inocentes, tantas que el Holocausto, Stalin, Pol Pot, Ruanda, Darfur, etcétera, ser quedarían cortos. Solo en Chile, por ejemplo, más de un millón de mujeres utilizan la T de cobre como método de control de la natalidad, y se sabe que uno de los mecanismos de acción de esta es impedir la implantación del óvulo fecundado. Todas esas mujeres, entonces, serían homicidas. Tal vez a ellas se les podría excusar por ignorancia, pero por cierto no a los médicos. Estos serían los Eichmann de nuestro tiempo. La respuesta adecuada a tal estado del mundo no debería ser nada menos que la resistencia violenta. De esta forma, quienes han asesinado a médicos que realizan abortos sería héroes.
Pero nada de eso es el caso. La lucha de los conservadores contra el horror del mundo contemporáneo se hace por medio de cartas el director, discursos, y eventos musicales bien financiados y cuidadosamente producidos.
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(Próximamente: Parte II: Los liberales)